domingo, 22 de agosto de 2010

La ansiedad, el nerviosismo, la angustia y el miedo contenidos en mí.

El jueves me acosté tarde y el viernes, por desgracia, me levante temprano, desayune unos mates y un cortado que me dejarían espabilado, pero nervioso el resto del día. No habiendo llegado a la mitad de la jornada el dueño de la empresa para la que trabajo me llama a su oficina para tener “una breve reunión”.
Cinco minutos más tarde estoy en el baño del cuarto piso con el rostro mojado mirándome al espejo, desconociendo mi propio rostro, viendo desdibujarse la familiaridad de este, segundo a segundo. Me prometo que no es importante, que no me afecta, que no me molesta la opinión de un multimillonario incoherente. Debo admitirlo, tiemblo, temo, el corazón me palpita; prácticamente lloro. Todas mis ideas sobre lo que quise ser y lo que soy se revuelven inconscientes en mi cabeza. Me siento un boludo igual me inquieto.
Dos horas más tarde (no se, no recuerdo lo sucede durante los últimos 120 minutos) estoy en el correo argentino frente a un amable hombre que me explica cómo llenar el formulario. Llego a mi casa ansioso, agitado como si se me hiciera tarde para algo importante. Saco toda la comida de la heladera, me conecto al home banking y adelanto tres pagos de alquiler a la inmobiliaria, meto, ropa, cámara, charango y demás pertrechos en una desvencijada mochila de 60 litros.
En retiro me aburro porque tengo que esperar 7 horas, con mis manos todavía temblando escribo este post, pero no me atrevo a publicarlo. Me digo que prefiero estar seguro de lo que hago, que no quiero publicar algo que todavía no se si me animo a hacer.
Viernes 20 de agosto, ciudad autónoma de Buenos Aires.
Hoy es, probablemente el domingo más feliz y desconcertante de mi vida. Me siento apenado de que el desencadenante haya sido tan poco romántico, pero igual me reconozco oportunista.
Me comprometo a no visitar capitales, a no quedarme en ningún lugar más de 7 días. Estoy en un pequeño ciber café en una pequeña casa ubicada en un humilde barrio de Valparaíso. Hoy ya se que me animaba. Pienso en un niño que sueña con ser bombero, pienso en el monumento que visitaba de pequeño en mi ciudad natal, hecho en honor a los héroes de las llamas. Pienso, y luego respiro el aire del Pacífico que es nuevo y único para mí.
El próximo será publicado y escrito desde cualquier lugar al norte de estas latitudes.

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