viernes, 3 de septiembre de 2010

Santa Maria, San Miguel y Cuzco

En la esquina de -Qapaq Inqa- y -Gral. Arenales- de la ciudad de Cuzco me subo al colectivo de la línea 12. Me senté pasando el medio pero sin llegar al fondo, y un pueblerino ya me seguía con la mirada. Recorrimos varias cuadras o varias paradas, no lo sé. El hombre se me acerca.
- Usted está perdido.
- Si, puede ser, ¿Cómo sabe?
- Tiene esa mirada de la gente que mira como tratando de ubicarse.
Mientras me habla se sienta a mi lado y me incomodo, pero disimulo, por un segundo su tez oscura y su vestimenta humilde me llenan la mente de racismo y un prejuicio inusitado. Me enojo conmigo mismo, me aterrorizo de mi persona, me calmo y lanzo una sonrisa, espero convincente.
- Jejej puede ser, si. Tu…ehh perdón, ¿Su nombre?
- Juan Carlos, Allauca ¿Y el suyo?
- Heberto, Heberto Odriozola. Igual dígame Heber.
- ¿De dónde nos visita Heberto?
- De Argentina.
- ¿Y de qué lugar de Argentina nos visita?
- De Entre Ríos.
El tipo se me queda mirando entonces levanto mis brazos al aire y le indico, -si acá esta Buenos Aires, acá-; indico con mi otra mano encima, -está Entre Ríos-. Finalmente el hombre me sonríe así que entiendo que él me comprende.
- ¿Hay buena pesca en Entre Ríos?
- Y hay… como todo, en algunas zonas más en otras menos, pero si, si hay.
- De aquí son los mejores pescadores, pero nuestros ríos no son buenos tenemos que ir más al norte, donde los pescadores son malos. Jajaj,
Ríe dejándome ver su escasa pero alegre dentadura. Su rostro se convierte en un millón de arrugas risueñas y adorables. Entreveo muchas cosas, su vida, su esposa fallecida, sus hijos que lo visitan poco, el trabajo en la mina, el dolor nunca aceptado de haber tenido antepasados dioses y luego esclavos; todo eso veo en su rostro contraído y sus dientes ya casi inútiles. También veo alegría y mucha felicidad de vivir en una tierra hermosa y de saberse vivido y libre.
- ¿Para donde va este bondi? - El hombre me mira como si nada. ¿El colectivo, el bus para donde va?
Juan Carlos es el mismo, pero ya no me hablaba con respeto y curiosidad, ahora lo hace con autoridad y certeza. No me sorprende.
- No lo sé, pero no se preocupe porque vamos hacia el norte. Nada malo puede suceder si vamos hacia el Norte. Conocemos el sur y nada hay allí para nosotros.
- ¿Cómo que nada?
- Usted tiene cara de perdido… pero no como todos los demás que suelen andar perdidos. En el rostro de los que están perdidos siempre veo también miedo. Y usted no tiene miedo en su mirada.
- Quizás es la costumbre. En mi país todo se hace por costumbre. Todo lo que no debería ser pero es al menos.
- ¿Entonces usted está acostumbrado a andar perdido y por eso no tiene miedo?
Miro por la ventana y no veo nada que me sea ni remotamente familiar. Estoy en un bus que marcha en dirección norte sin saber bien a donde. Personas a mí alrededor no se parecen a la gente que me rodeo durante toda mi vida. Desdeñan del castellano, hablan un idioma suave y de acentos finales y otro que no se parece a nada que jamás haya escuchado, pero que entiendo también es mío, ambos hermosos.
- Si, supongo que sí.
Le digo mientras le sonrío.

Nota al margen:
El 10 de Julio de 1816 Las provincias unidas del sur se declaran libres. Desde la ciudad de Santa Maria de los Buenos Aires el congreso imprimió 3.000 ejemplares de la gloriosa acta de independencia. Mil copias estaban en Quechua y quinientas en Aymará. Solo la mitad de ellas estaban en castellano. Me pregunto quienes fueron los libertos y quienes los opresores aquel día.

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